Los tiempos muertos no están
muertos sino que están vivos.
Están, pero ni afortunadamente
ni alegremente están.
Están matándonos por dentro;
llenos de pensamientos benignos.
Nada tiene allí veracidad.
Y cuando sales... mueres,
y te paras a escribir.
Ya no sientes, ya no vives,
ya no estás allí.
Una paradoja desquiciante:
sales y al mundo ves reir,
pero sabes que nunca viviste y sentiste
tanto como cuando estabas
alli.