¡Ay, Catalina! Luna mía, quédate un rato más conmigo, y solo conmigo, él no estaba... ni ella; ni nadie que no sea nada más que yo, ese oscuro agujero ahora y nunca más, menos; todo eran cuentas matemáticas. ¡Qué más dará! aunque en el fondo, nada da lo mismo: las flores se marchitan y la piel se agrieta el alma y alimenta el grito. Dios lo quiere, pero yo no quiero saber nada, en el fondo, del mar, del estómago hambriento del futuro, deseoso de lo que quiero y no puedo, pero aún no sé cómo lloran a lágrima viva , como los cocodrilos azules que vuelan los pájaros y los sueños, porque son viables, ¡desde que empieza hasta que acabemos! Despertemos en el corazón de un colibrí risueño pero no feliz. Sin ganas de escribir. Fin, y hasta la próxima compañeros.
Diegurri, Mariloli y Puchurro.
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