El ritmo entra y sale tan fuerte que hasta me dificulta escribir. Siento las letras vibrar, moverse, cobrando vida a un significado que desconozco, que no sé a dónde me llevará. Y luego silencio. Un silencio que da paso al traqueteo de las vías; y de nuevo el blues.
Horas puedo pasar así: sin pensar, viviendo, sintiendo el vivir, los pensamientos mueren. Mi cuerpo reacciona al blues y le da libertad para escribir; aquí está, corriendo a última hora para hacer la última confesión. Los gritos de la gente, el gris de la calle quedan sepultados. Hasta yo quedo sepultado. Solo el blues y su hermano el jazz sobreviven a la crueldad.
Yerba me espera en cantidad a la vuelta del viaje (entonces no sabía que allá donde iba también me esperaba).
Yo sobro en mi vida. SILENCIO CONTINUO.
Esto escribí en el reverso del billete. Ya no sé si me valdrá o lo habré estropeado. Siempre la cago. Yo, YO.
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